EL FLACO QUIROGA (relato breve, publicado en Torrevieja-España)
Mis recuerdos comienzan en mañanas soleadas.
Patio con parra de uva chinche, fondo con pastos, dos enormes plantas de corona de novia, gallinero de alambre y siempre algún cuzquito echado al sol.
Tendría unos ocho años, eran las mañanas en las que estaba la familia en casa, tal vez fines de semana.
Fugazmente se me aparece el cuerpo flaco de mi padre, en camiseta, con una escoba vieja, asoleándose en el techo mientras desparramaba la brea en la loza de la casita, para evitar las goteras y su ritual de cacerolas y tachos en el piso, esfuerzo casi inútil, siempre volvían.
Eran tiempos de Onganía….
Mi madre anotaba prolijamente en un cuaderno, que reencontré a la vuelta de los años, cada gasto de almacén, lechero, carnicero, arreglos de medias de nylon (se levantaban los puntos), y el zurcido de las otras se hacía en casa, con un mate.
Y yo corría por el patio y jugaba-peleaba con mi hermano. Pero todos esperábamos la llegada del Flaco Quiroga.
Mamá sacaba los zapatos de la familia y los ponía en el patio, en hilera, al sol.
Al promediar la mañana, llegaba el Flaco. En mis imágenes era alto, extremadamente flaco, barbudo, de pelo encrespado y reacio a todo intento de direccionarlo, la cara angulosa, nariz prominente, manos flacas y “dedudas”, un poco tartamudo y con un eterno movimiento en las piernas que jamás dejaron de repiquetear contra el piso.
Tan feo como tierno y cariñoso con nosotros: mi hermano-enemigo en los juegos.
El ritual era siempre el mismo: papá bajaba del techo, rojo de sol, negro de brea, y el Flaco iba directo a la hilera de zapatos, comenzaba a darles lustre y llegaba mamá con un Cinzano.
Sucios, transpirados y flacos. Abocados a sus tareas, era imposible imaginar lo que los reunía todos los fines de semana.
Este trío de adultos de treinta y pico tenía un sueño en común, nacido mucho tiempo atrás...
La Plata (ciudad) es un pequeño punto en el universo, que los reunió. Venidos de distintas provincias, de ambas márgenes del Río de La Plata, decidieron quedarse acá donde enormes puertas se abrían a sus sueños, ubicadas frente a la plaza Dardo Rocha: la facultad de Cine de Bellas Artes, primera del país y una de las más importantes de Latinoamérica, en esos tiempos.
Si Serrat encerró los Fantasmas en el Roxi, Bellas Artes encerró sus cunas.
Allí se conocieron papá (Tito) y el Flaco Quiroga, allí estudiaron Dirección y Dirección de Fotografía y comenzaron a idear este sueño.
Y estos dos sucios, transpirados y flacos, cada fin de semana, luego del lustre, luego del almuerzo, pasaban las tardes haciendo renacer al Quijote. ¡Y cómo no!, si ellos mismos eran dos utópicos en una tierra llena de molinos de viento.
Así llegó "EL RETABLO DE MAESE PEDRO". Hijos de una patria que quería ser grande, caminando sin saberlo, a la tierra del nunca jamás.
"EL RETABLO DE MAESE PEDRO" (parte del Quijote de la Mancha), era un proyecto de cortometraje realizado completamente en marionetas. El Flaco Quiroga construía Artesanalmente las marionetas, papá daba forma de guión de cine al relato, mamá hacía los bocetos de vestuarios y ambos filmarían.
El Flaco traía junto a la valija del lustre, otra valija con los muñecos rígidos, que se manejaban como marionetas y para algunas escenas como títeres.
Había dos tipos de muñecos unos que simbolizaban a los títeres del retablo y otros a los personajes del Quijote, Sancho y el titiritero, con mayor movilidad y destreza.
Durante la semana el Flaco perfeccionaba sus articulaciones, movimientos y gestualidad hasta la obsesión y los fines de semana, eran expuestos al resto del equipo.
Mamá, durante la semana, investigaba sobre "La Historia del Traje" y dibujaba en tinta china cuidadosamente los figurines, que también eran expuestos los fines de semana al resto del equipo.
Y papá,....papá soñaba, tal vez era el que volaba mas alto en sus sueños.
Y así crecí, viéndolos como abejitas laboriosas, construyendo un sueño.
Pero como tantas veces sucedió, a quienes pretendían volar, les robaron el cielo...
Transcurrieron tantas tardes, que no recuerdo cuántas fueron, luego vino lo de siempre, la larga búsqueda de dinero para producirlo.
Casi imperceptiblemente pasó por mi vida el armado de las carpetas, del guión, los figurines, la explicación del material y de su realización.
Y la respuesta final del Instituto de Cinematografía denegándolo todo, puesto que solamente se financiaban los proyectos con "motivos históricos"..
No había espacio para las utopías, el Quijote, con una camisa de fuerza era puesto en su lugar, el desván de las cosas viejas y olvidadas.
Al son de una marcha militar se iban desgranando las hojas de esas carpetas que fueron a dar al fondo del cajón de lo que no fue. Eran tiempos de Onganía
Caras tristes, silenciosas, ya no se alineaban en hilera los zapatos al sol, ¿y el Flaco Quiroga?.
El Flaco puso un localcito donde trabajaba el cuero, un virtuoso con sus manos, que hacía cinturones.
Mamá guardó las carpetas dónde ya nadie las veía y papá,...papá no voló más...
Los años y la desilusión los fueron separando y gradualmente dejamos de verlo. ya nadie contaba la anécdota del ojo en "El perro Andaluz", todo eso quedó atrás, muy atrás, las viejas máquinas fueron cubiertas con sabanas, los libros metidos en cajas de cartón y en la casa, casi el olvido marcó el ritmo de nuestras vidas...
Muchos años pasaron hasta que volvimos a verlo, siempre flaco y medio tartamudo, nos contó que se había casado, que tuvo que cerrar el local porque no podía pagar el alquiler, que tenía una casita en donde seguía trabajando el cuero, y en la casita había un altillo, y en el altillo...las marionetas seguían cobrando vida, por la tarde, tal vez los fines de semana.
El Flaco nos confesó que siempre siguió perfeccionándolas y filmando "cuadro por cuadro" para que estuviesen listas cuando llegara el día en que se prendiesen las luces. Papá se acercó, las acarició con la punta de sus dedos, se rió del Flaco y se despidió para ya no volver jamás a su casa. Yo era una adolescente que no comprendía de dolores que desgarran, de impotencias, de no poder sobreponerse a la idea de vivir sin alas. ¡Cuánto lo critiqué¡
Y esta historia, como toda historia de vida de estos dos anónimos, unidos por un sueño y separados irremediablemente por ese mismo sueño, se prolonga en el tiempo. Fue así como una tarde, el teléfono nos avisó que el Flaco estaba internado.
Recuerdo cuando llegamos al hospital de Gonnet, otra vez habían pasado años sin verlo y yo estaba muy nerviosa. Entramos con mi padre a la habitación en donde el Flaco estaba casi imperceptible entre las sábanas, y hablamos de cosas sin sentido.
De lo único que tuvieron en común no se habló, y del resto, habían pasado demasiados años cómo para tener algo que decirse.
Fue una visita larga, dura, con profundos silencios. Por la ventana del cuarto se veía el estacionamiento y la calle. Cuando se mira a través de la ventana de un cuarto de hospital, la vida afuera se ve transcurrir dolorosamente cotidiana, y yo miraba hacia afuera tratando de conectarme con la gente y sus rutinas.
Sé que papá regresó un par de veces a verlo, el Flaco ya no salió del hospital.
Se fue como vivió, anónimamente.
Fue un virtuoso, y fue otro anónimo...
Luego del entierro, vino hasta la casa de mis padres, que ya no era la misma, no había gallinero, ni patio con parra de uvas chinche, la viuda del Flaco para entregarle a mi padre las marionetas y las latas de cinta que habían sido la vida del Flaco, y que nadie mas que papá debía tenerlas, según ella. Pero papá para ese entonces hacía demasiado tiempo que no volaba, y ya no se atrevía a hacerlo.
La ofrenda de la viuda significaba para él, la presencia viva, de sus alas muertas.
Y dijo que no las quería, que todo aquello era una parte de su juventud pasada,
que nada iba a hacer con los muñecos...
Y acá estoy hoy yo, tratando de recuperar en mi memoria, la memoria de este trío.
Y con la de ellos, la de todos los utópicos, los locos, los marginados, los soñadores, los que sembraron en los que vienen atrás la construcción de alas, para que algún día, ya no nos roben el cielo...
Y el Quijote dijo blandiendo su espada:-Quisiera tener aquí delante, a todos aquellos que no creen en la utilidad de los caballeros andantes-"
FIN

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